La banda de la cueva de ladrones asesta otro golpe.
Amigos guatemaltecos: la infamia que han cometido estos delincuentes, criminales de cuello blanco, escondidos bajo el manto de la madrugada en esa cueva de ladrones que es el Congreso de la República, ya superó todo el descaro y rompió todo vestigio de principios y moral que pudiésemos imaginar le quedaba a ese organismo de gobierno. No es una simple maniobra sucia, como las que ya estamos (lamentablemente), muy acostumbrados a verles hacer, no. Esta fue una puñalada a la espalda de un pueblo famélico, enfermo de Coronavirus, que perdió su fuente de ingresos debido a la pandemia, que no recibió ninguna ayuda de nadie y que además lo perdió todo en las inundaciones provocadas por las inclemencias climáticas con el embate de dos huracanes, mientras se cierne en la preocupación porque al parecer viene uno más. Esto que hicieron esos diputados, amigos, es criminal. Y si pensaban que la afrenta no era lo suficientemente ruin, encima, contradiciendo sus propias promesas de campaña, eliminan Q200 millones del presupuesto para combatir la desnutrición infantil, un problema que lleva décadas con altos y vergonzosos indicadores en nuestro país. También le asignan fondos al PARLACEN, órgano inútil, fuga de recursos que sólo sirve para proveer impunidad a ex gobernantes corruptos y le quitan al presupuesto de la PDH, que ha sido de las pocas piedras en el zapato incomodando su actuar indigno y corrupto. Cuando la gente empieza a darse cuenta del atropello, son tan estúpidos que piensan que enmiendan el error reasignando los fondos para el combate a la desnutrición; acción que en realidad es el equivalente a tratar de limpiar con un trapo sucio el escupitajo lanzado al rostro del pueblo.
Ya es tiempo de que les demos una clase de civismo a estos cínicos. Ya es tiempo de que les expliquemos cómo en realidad son las cosas. No están en una empresa privada, no son amos de sus puestos, no les pertenecen. Esta gentuza inepta no podría mantener un empleo en ese sector porque aparte de que carecen de los principios básicos de honradez, diligencia y responsabilidad, carecen de la capacidad intelectual para cumplirlo. Sus prioridades son un despropósito para el servicio civil, para lo que significa ser un servidor público. Antaño serlo era un orgullo para la familia de quien tenía el privilegio de llegar hasta allí. Sus prebendas no son una prioridad para el pueblo, sus sueldos, sus carros, sus alimentos y su edificio nuevo que quieren son un lujo innecesario porque mientras estos ladrones se asignan sumas millonarias para el despilfarro y el robo, campesinos mueren soterrados por deslaves, niños mueren de hambre y mujeres son vulneradas sin ninguna garantía de justicia, aislados todos y todas en la pobreza, el olvido y la indiferencia de quienes fueron electos por ellos para procurarles un vivir mejor.
Vamos a la Plaza, por supuesto. Pero recordemos todos estos atropellos y entendamos que no lidiamos con gente de bien, no. Son lacras, amigos de narcotraficantes, criminales que en lugar de matar con balas, matan con lapiceros que firman leyes y presupuestos que ahorcan, desplazan e ignoran al ciudadano común, al que trabaja duro para poner pan sobre su mesa y alimentar a su familia, a usted, a mí. Tenemos que buscar la manera de echar a andar el cambio pero el cambio total. No se puede construir un buen edificio con cemento vencido y hierros oxidados. Debemos atacar la raíz del problema y esa raíz está enredada en el Congreso. Es este sistema electoral y la falta de una seria ley del servicio civil lo que permite a esa clase de gente impresentable llegar a esas posiciones y tener tanto poder sobre la ciudadanía para saciar sus ambiciones viles y mundanas. Si recuerdan las manifestaciones del 2015, aunque la presión ciudadana fue memorable, los gobernantes que renunciaron lo hicieron hasta que se vio afectado el sector productivo del país y este a última hora apoyó el movimiento. Yo sé que es demasiado pedir que en un tiempo de pandemia hagamos un paro porque muchos perdimos nuestros trabajos, estamos empezando emprendimientos y también es bastante la gente que ni siquiera tiene qué comer. Pero si queremos que el cambio sea radical, nuestro esfuerzo debe de ser radical. Y pongámonos bien clara la idea de que a esta gente las manifestaciones no les causa nada: en el 2015 vieron la tormenta y no se persignaron, al contrario, dejamos de manifestar, el movimiento popular se enfrió, los corruptos se reagruparon, lograron llevar al Palacio al payaso alcohólico y usarlo para echar a la CICIG de nuestro país. Esto que estamos viviendo hoy es porque en el 2015 no llegamos hasta el final. No se les puede seguir "pidiendo" que cambien. Tenemos que echarlos de una vez y evitar que otros como ellos vuelvan a hacerse del poder. Unámonos y analicemos cómo, también por otros canales y siempre de manera legal, podemos hacer para evitar que de aquí en adelante esta banda de parásitos siga comsumiendo y aniquilando las esperanzas de nuestra gente, de nuestros hijos, de nuestro país.
Mientras tanto eso sí, NOS VEMOS EN LA PLAZA.
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